Trece horas después de haber asesinado la última de sus cuatro víctimas, Yerle Aneury Heredia (Morao), fue al barrio Los Refugios Alfa 4, donde vivía, le pidió a unos vecinos que lo dejaran sentar en una vieja silla abandonada en la acera y se pegó un tiro en la sien.
Morao, como lo conocían en San Cristóbal, tenía una lista que incluía también a los hermanos Julito y Yoscary Casilla Guzmán, quienes al enterarse de que él los andaba buscando, se escondieron y no salieron hasta recibir la noticia de que éste se había suicidado.
Vecinos y familiares dijeron que todas las personas que mató Morao eran sus “amigos” y que desconocían que existiera alguna diferencia que justificara los asesinatos.
Morao, quien se dedicaba al motoconcho y practicaba carrera de motocicletas en la autopista 6 de Noviembre como pasatiempo, mató a Luis Alberto Villar Tejeda (Luisito), de 30 años, en el sector Los Molina, frente al mercado. La tragedia ocurrió a las 11:30 de la noche del domingo y posteriormente arremetió contra José Altagracia Pinales, de 34, en Villa Progreso.
Luego acabó con la vida de Michael Brea Figueroa, de 22 años, en el barrio Moscú, y alrededor de las 2:00 de la madrugada del lunes ultimó al cabo policial Ricky Gabriel Agüero, de 26 años.
Familiares de José Altagracia Pinales se quejaron de que pese a que la Policía tenía conocimiento del primer asesinato y que estaba detrás de otras víctimas, no hizo nada para impedirlo.
Pinales fue asesinado frente a su hija de nueve años y, según la madre de la niña, Karina Guzmán, también hirió a Tinicio y a “Matamulo”.
A ritmo del reggaeton
A ritmo del reggaeton “hay una lágrima” de Divino, recordaban ayer a Luisito familiares y amigos que consumían bebidas alcohólicas en el sector Los Nova, próximo al parque Ciro Pérez.
“Él andaba buscando su enemigo y Luisito no sabía que él era su enemigo”, dijo uno de sus amigos. José Altagracia Pinales. Mientras, una tía de Luisito, quien dejó en la orfandad a tres niños, admitió que éste “no era pan, pero tampoco piedra”. Dijo que aunque no puede tapar el sol con un dedo, su sobrino nunca mató a nadie. Pidió a las autoridades de San Cristóbal que no sigan soltando delincuentes y que busquen psicólogos para los internos de Najayo antes de despacharlos. De su lado, Gertrudis Figueroa, madre de Brea Figueroa, vinculó la muerte de su hijo a una rencilla que tuvo con Morao hace años cuando le lavó una motocicleta y se salió a dar vueltas en ella sin su permiso.
Sin embargo, en el barrio Moscú vecinos revelaron que ese joven los tenía en zozobra por su comportamiento.
Los restos del agente policial Agüero, ascendido de forma póstuma a sargento, fueron sepultados en el cementerio de El Pomier, donde las autoridades policiales le rindieron los honores correspondientes.
Su hermano, Alexis Manuel Agüero, también miembro de la Policía Nacional, dijo que Ricky tenía cinco años en la institución y que siempre le pedía que se cuidara. “Él siempre decía que a mí hay que ponerme una corona como el mejor policía”, comentó un compañero del agente tras lamentar su muerte. El agente dejó en la orfandad a una niña de 26 días de nacida.
NARRAN LA FORMA EN QUE SE SUICIDÓ MORAO
Franklin Mateo, uno de los vecinos de Morao, dijo que la tarde del lunes compartía con dos hermanos en una calle del sector Los Refugios Alfa 4 y que cerca de las 4:00 llegó el victimario al lugar con la pistola escondida, se le acercó y les pidió que lo dejaran sentar y que se fueran.
“Yo me paro juyendo y le doy mi silla, yo sabía que él (Morao) había hecho un desacato y andaba buscando dos más para joderlos”, narra Mateo, y agrega que no habían dado la espalda cuando escucharon que manipuló el arma.
“Cuando miro hacia atrás veo que Morao se da un tiro en la sien, cuyo proyectil alcanzó a mi padre que estaba a unos cuantos metros en su triciclo recogiendo una basura”, precisó. Fernando Mateo, de 62 años, está interno en el hospital Juan Pablo Pina, donde fue sometido a una cirugía.
Fuente: Listín Diario