En la osada operación corrió dinero a raudales para sobornar personal del recinto carcelario, y el narcotráfico está metido hasta el tuétano en la trama criminal. Las armas fueron entregadas a los reos horas antes del asalto después de ser introducidas por personal del penal.
Se trata de dos pistolas de 9 mm y un revólver Magnum del calibre 3.57. Con ellas fueron heridos cuatro agentes de “vigilancia y tratamiento penitenciario”, conocidos por las siglas VPT, dos de los cuales murieron al día siguiente, entre ellos el sub director del penal. El director fue tomado de rehén “salvando la vida milagrosamente”.
Las armas están en poder de las autoridades. Imágenes y detalles específicos sobre cada una de ellas fueron obtenidos por La Tecla y se presentan en el presente reportaje.
Son dos pistolas, una marca Loncin, y la otra Smith and Wesson, ambas de 9 mm, y un revólver Magnum 3.57. Una de las pistolas fue robada al sargento policial Ramón Ignacio Rodríguez Ortega en septiembre de este mismo año luego de ser asaltado y herido mortalmente en el sector de Herrera.
La indagatoria determinó que las armas fueron introducidas a la cárcel por agentes de la VPT que se encuentran detenidos y son investigados por la Procuraduría General de la República que extrañamente no comparte sus pesquisas sobre el caso con los oficiales de la Policía que realizan una investigación paralela.
Sin embargo, hay piezas que no encajan en el puzzle aún después de la investigación impecable llevada por la Policía que ha descubierto la trama, identificado a los responsables y apresado a varios de ellos. Dos de esos detalles no descifrados parecen tan simples como inexplicables:
-Alguien del penal tuvo que abrir tres puertas con candados que permitieron la salida de los reos que intentaron escapar; y
-Uno de los reclusos muertos en la refriega vestía pantalón largo cuando es norma básica que los internos del penal usen pantalones cortos.
(( La complicidad adentro
En el modelo reformado del sistema penitenciario es sencillamente impensable que un reo pueda tener las llaves de los candados de alta seguridad de las puertas de acceso a las áreas de reclusión y que, además, vista pantalón largo, exactamente lo que ocurrió con el jefe del grupo, Andy Maríñez Alcántara, conocido en los bajos fondos por los apodos de El Moreno, El Gordo, El Sicario.
Sus tres compañeros caídos vestían pantalones cortos, como lo exige el sistema carcelario, pero al igual que Andy estaban armados y dispuestos a escapar batiéndose a tiros con los agentes del VPT, una especie de gendarmería carcelaria sin el entrenamiento para enfrentar contingencias de tal magnitud.
Afuera los esperaban sus secuaces fuertemente armados a bordo de una yipeta rentada la víspera en una agencia del kilómetro 22 de la autopista Duarte.
Eran hombres curtidos en el crimen, de largo prontuario delictivo, que llevaban años en conflictos permanentes con las autoridades, y entraban y salían de la cárcel con increíble facilidad. Su oficio más rentable era el sicariato, pero igual cometían atracos y participaban en asesinatos viciosos para recuperar armas que luego utilizaban en otros hechos delictivos.
Jesús Felipe Francisco, conocido por el sobrenombre de Atahualpa; Álvaro Luis Capellán y Jorge Luis Polanco Díaz, son incriminados por la Policía en numerosos crímenes que incluyen el asesinato del ex jefe del Servicio Secreto de esa institución, Ramón Henríquez Figueroa, Moncho, el 8 de septiembre de 2012.
Moncho Henríquez tenía vínculos con el empresario gallístico Pascual Risik, acusado de narcotráfico y de múltiples asesinatos, y contra quien se habían ejecutado atentados por conflictos de intereses en negocios del bajo mundo. Es en este punto donde aparecen en escena los cárteles de las drogas y las bandas del sicariato.
(( El comando de apoyo
Hay un entramado criminal en todo esto tan difícil de comprender como de explicar. La investigación policial luce completa y ata cabos buscando colindancias cómplices, pero a final de cuenta se reduce al propósito de poner en la calle a varios de los más peligrosos personajes del sicariato que deriva el negocio de las drogas.
Difícil resulta imaginarse que una acción tan osada, riesgosa y costosa como fue el asalto a la cárcel de Najayo-- el más importante recinto penitenciario del país--,se haya llevado a cabo para liberar a cuatro asesinos asalariados cuando en el bajo mundo criminal lo que más abunda son gatilleros a sueldo.
De ahí las conjeturas, algunas inverosímiles, en el sentido de que esa acción se llevó a cabo por tantas causas como es posible alcanzar la imaginación de los dominicanos:
-Que fue para liberar a los hermanos colombianos Buitrago, a quienes se atribuye vínculos con el cártel de Cali y a quienes se les ocupó en Sabana Toro, San Cristóbal, una caleta con 250 kilos de cocaína y gran cantidad de dinero;
-Que fue por conflictos de intereses entre la Policía y la Procuraduría a propósito de la convivencia en el penal de los dos sistemas carcelarios: el reformado que dirige la PGR y el tradicional que controla la Policía;
-Que fue para “desviar la atención pública” del caso del senador Félix Bautista y el procurador Francisco Domínguez Brito;
-Que se usa como pretexto para proteger la imagen del ex presidente Leonel Fernández de la andanada de críticas y acusaciones por dolos atribuidos a su administración.
De todo se anda diciendo sobre un acontecimiento que ha escandalizado a la opinión pública por carecer de precedente en la historia de la delincuencia dominicana... que había visto de todo, menos el asalto a una cárcel pública con un balance de seis muertos a tiros.
Con el agravante de que la investigación ha concluido con que se trató de una acción armada del narcotráfico para liberar a sus secuacesÖ ¡todos matones a sueldo!
OBSTÁCULO. DURANTE MÁS DE UNA HORA LA PN NO PUDO ENTRAR AL LUGAR DEL SUCESO POR ORDEN DEL PROCURADOR
Un celular en el bolsillo del pantalón largo-- extrañamente pantalón largo--, del recluso Ángel Maríñez Alcántara, jefe del grupo que tomó por asalto la cárcel de Najayo, fue la clave que condujo a la Policía a esclarecer uno de los hechos vandálicos más osados del crimen organizado en la República Dominicana.
Todo ocurrió por pura casualidad porque durante más de una hora la Policía no pudo entrar al escenario de los hechos por disposición del procurador general de la República, Francisco Domínguez Brito, a pesar de que el general Manuel Castro Castillo insistía en que se trataba de un asunto muy grave que exigía la presencia de la institución del orden.
El procurador alegaba que hasta su llegada nadie podía acercarse al sitio donde estaban tirados los cadáveres de los cuatro reclusos muertos en la refriega para evitar que se contaminaran pruebas y evidencias, razones entendibles en la investigación forense siempre que el ministerio público no tarde tanto en llegar.
Cuando por fin los investigadores pudieron analizar los cuerpos, hallaron en el bolsillo del pantalón de Alcántara-- a quien apodaban El Moreno, El Gordo o El Sicario--, un teléfono celular y varios chips. La primera revisión descubrió las últimas llamadas del recluso, a partir de las 12:35 del mediodía del viernes 24, menos de una hora antes del tiroteo...
Habían sido hechas de forma consecutivas al teléfono de su hermano Gustavo Alcántara Valdez, alias El Grande, que se encontraba en compañía de Elvin Féliz Alcántara, alias Sadam; Hairo Brito Bello, alias El Jairo, y Abraham Sued García, alias El Gordo, en una yipeta que merodeaba el recinto carcelario esperando que se produjeran los acontecimientos para llevarse a los evadidos.
Las cosas ocurrieron de la siguiente forma: El mismo día del intento de fuga, es decir el viernes 24, agentes de vigilancia y tratamiento penitenciario de la cárcel, conocidos en el nuevo modelo penitenciario como VTP, habrían advertido que desde hacía rato merodeaba por el lugar una yipeta gris marca Hyundai, pero no hicieron nada para indagar la sospecha.
Se confirmó que el mismo día “alguien” introdujo al penal dos pistolas del calibre 9 mm y un revólver Magnum 3.57, armas que se entregaron a Andy Maríñez Valdez y éste se quedó con el revólver y dio las pistolas a sus secuaces.
Dos o tres horas después, y de forma “extraña y sorpresiva”, Andy aparece vestido con pantalón largo-- algo prohibido en el penal, donde es norma rigurosa que los hombres vistan pantalones cortos--, y después de cruzar junto a sus compañeros de aventura tres puertas con candados de seguridad, encañonaron al administrador de la cárcel, lo tomaron de rehén y se dirigieron a la salida que hallaron franca y sin ninguna resistencia.
Los guardianes de la torre lateral izquierda se percataron de la ocurrencia porque a los cuatro delincuentes se sumaron otros reclusos que pretendían aprovechar la oportunidad para una fuga masiva. Los vigilantes dispararon y alcanzaron a uno de los cuatro hombres armados y lo derribaron...
... Andy respondió el fuego y alcanzó al sub administrador de la cárcel, Starling de Jesús Amarante Polanco, que recibió tres disparos mortales, y los otros dos reclusos también dispararon e hirieron de gravedad al penitenciario Milcíades Casanova Casanova, que murió al día siguiente.
A partir de ese momento se desataron los demonios en el recinto penitenciario; el tiroteo duró casi 20 minutos, los cómplices de la yipeta dispararon hacia el interior de la cárcel -- dicen que usaron fusiles automáticos M-16 y otras armas de guerra--, mientras escapaban rumbo a la capital tomando la autopista 6 de Noviembre.
En la balacera también resultaron heridos los reclusos Rayan Rafael Medina, Carlos Manuel de León, Henry Blanco Polanco, Jhonatan Franco Heredia, Iván Fernando Féliz, Francis Miguel Burgos y Yeremi Gutiérrez Peña, y los policías penitenciarios Ruddy Lorenzo Pérez, Alexander Ramírez y Paula Díaz Peña, el menor Miguel de la Cruz Rosario y su madre Cándida Rosario Holguín.
(( Inicia la investigación
El celular y los chips hallados junto al cadáver de Andy dio inicio a la investigación policial. Una cosa llevó a la otra y en cuestión de dos horas la Policía tenía el perfil de los principales sospechosos y publicaba sus nombres y fotografías para lograr la captura, mientras igualmente daba a conocer el prontuario criminal de los delincuentes abatidos en la cárcel momentos antes.
“Dándole seguimiento al presente caso, debido a la persecución de miembros de la Dirección Central de Investigaciones Criminales, se entregaron en horas de la noche del día 26 de octubre Abraham Suero García, alias El Gordo, y Gustavo Alcántara, alias El Grande. Y en horas de la mañana (del día siguiente) se entregó Hairo Brito Bello, alias El Jairo, quienes están siendo investigados en torno a su participación en el intento de fuga...”, dice la Policía.
Dos días después los tres fueron libertados por una corte de San Cristóbal luego que los fiscales retiraran la querella por falta de sustento probatorio.
Aún así la Policía siguió la pista, y el pasado jueves a primera hora de la mañana allanó una residencia en la calle Juan Goico Alix esquina Presidente Vásquez del ensanche Ozama y apresó a Juan Diego Montero Estrella, alias Diego Parrillada, y ocupó pertrechos y armas que pudieran estar vinculadas a los sucesos de Najayo.
Al ser interrogado, Diego Parrillada reveló que el asalto a la cárcel fue ejecutado por un tal Miguel Ángel Rojas Alcántara, alias Tom, y otro sujeto a quien sólo conoce por el nombre de Bastardo, ambos residentes en El Café, de Herrera.
La investigación continuó. El mismo día la Policía allanó un negocio de rent car en el kilómetro 22 de la autopista Duarte y determinó que la yipeta utilizada en los hechos de Najayo fue rentada allí por una mujer identificada como Rosa María Martínez, quien estaba acompañada “de un hombre de unos 30 años de edad”.
Las autoridades han recibido informaciones sobre el origen de las armas utilizadas para el intento de fuga colectiva de la cárcel y la forma en que fueron llevadas e ingresadas hasta caer en manos de los delincuentes. Esos informes señalan que quien las introdujo al penal fue un individuo identificado como “El Pastor” o “El Cojo”, que reside en el sector de Herrera.
Sin embargo, la investigación descarta la posibilidad de que dos pistolas y un Magnum 3.57 hayan podido ingresar a la cárcel sin la connivencia de personal de vigilancia y seguridad del penal.
“Resulta simplemente imposible introducir a la cárcel esas tres armas, el mismo día y al mismo tiempo, sin que hubiera complicidad con personal de seguridad de Najayo. Esas son algunas de las cosas que nos faltan por determinar”, se reveló a La Tecla.
En términos personales, se supo, el Presidente Danilo Medina está muy atento de este caso y pendiente del giro que van tomando las investigaciones.
Fuente: Listín Diario
Investigación realizada por Cesar Medina
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