La República Dominicana vuelve a estremecerse ante un hecho doloroso y vergonzoso: una joven de apenas 21 años, Génesis Peña, denuncia haber sido víctima de abuso sexual por parte de seis hombres en el municipio de Villa González, provincia Santiago. El caso, que ya ha generado indignación y reclamos de justicia, pone nuevamente sobre la mesa una realidad que parece repetirse con una frecuencia alarmante.
¿Qué nos está pasando como sociedad? ¿Por qué seguimos normalizando la violencia sexual, como si fuera un asunto privado y no un crimen que destruye vidas? ¿Cómo es posible que, en pleno siglo XXI, jóvenes como Génesis aún enfrenten el peso del silencio, la revictimización y la indiferencia institucional?
El relato de la víctima estremece: después de asistir a un encuentro con conocidos, en un ambiente de consumo de alcohol, comenzó a sentirse mareada y perdió el control de su cuerpo. Fue entonces cuando, según narra, una mujer la sacó del lugar y la entregó a los hombres que habrían cometido la agresión. Aquí surge otra pregunta inevitable: ¿qué clase de sociedad estamos construyendo si incluso otras mujeres participan, por acción u omisión en entregar a una joven a su propia desgracia?
No se trata únicamente de este caso. El abuso sexual se repite en distintas comunidades del país, muchas veces bajo las mismas dinámicas: silencio, encubrimiento, falta de confianza en la justicia y un sistema que rara vez coloca a las víctimas en el centro de la atención. ¿Qué mensaje reciben nuestras jóvenes cuando ven que, tras denuncias públicas y reclamos sociales, los responsables rara vez pagan con cárcel por sus crímenes?
Este hecho debe movernos a la reflexión y, sobre todo, a la acción. Es urgente preguntarnos: ¿qué hacen nuestras autoridades para prevenir estos delitos? ¿Dónde están las campañas educativas que enseñen respeto, consentimiento y equidad de género? ¿Por qué seguimos permitiendo que las estadísticas de violencia sexual aumenten sin un plan nacional efectivo de respuesta y prevención?
Génesis Peña no debe ser un número más en la larga lista de víctimas de agresión sexual en la República Dominicana. La comunidad de Villa González clama justicia, y con razón. Pero este clamor no puede quedarse en un par de titulares ni en una ola de indignación en redes sociales. Necesitamos que el caso avance, que los responsables, si se confirma su culpabilidad, reciban sanciones ejemplares, y que se construya un precedente que diga con claridad: la violencia sexual no se tolera, venga de donde venga.
El país entero debe asumir este caso como propio. Porque cada Génesis, cada mujer ultrajada, es un recordatorio de que estamos fallando como sociedad. Y la gran pregunta que nos queda es: ¿hasta cuándo vamos a seguir permitiendo que la justicia llegue tarde, mal o nunca?
FERNANDO CASTILLO